jueves, 3 de noviembre de 2011

De tentáculos (III)


Diezpiés

Tanto la sepia como el calamar son cefalópodos decapodiformes (tienen ocho brazos y dos tentáculos). Al igual que los pulpos, poseen tres corazones, y su sangre contiene hemocianina (sangre azul). También tienen cromatóforos, mediante los cuales cambian de color. Y tinta, para despistar a los depredadores.

Las sepias (y los nautilos1), al igual que sus antepasados, llenan de gas ciertas partes de su concha para flotar. Los calamares nadan por flotación dinámica, de forma similar a los tiburones, con propulsión a reacción de agua.


En color sepia

Si los pulpos son inteligentes, las sepias no les van a la zaga: son capaces también de resolver laberintos, recordar pistas, son curiosas… Se pueden encontrar múltiples testimonios de experiencias de “comunicación” con ellas, moviendo los dedos de forma similar a como ellas mueven los tentáculos, y… se comunican, sí, pero… no sabemos qué dicen (todavía).

Entre sí se comunican mediante rápidos cambios de color. Los machos hacen toda clase de impresionantes demostraciones, cuando determinan quién es dominante. Una sepia puede incluso ajustar simultáneamente un lado del cuerpo para mostrarse dominante hacia otros machos, mientras el otro lado puede mostrar un patrón calmado hacia una pareja potencial.
Ciertos machos incluso adoptan los patrones de color y forma femeninos para emparejarse clandestinamente con hembras protegidas por rivales más grandes.


Ojazos 

Calamar gigante
Su nombre proviene de su “hueso” calcáreo conocido como pluma o caña (calamus). Proporcionalmente a su tamaño, el calamar es el animal que tiene los ojos más grandes, siendo uno de los animales marinos con mejor visión. Puede alcanzar velocidades cercanas a los 50 Km/h.

Los calamares gigantes pueden llegar a medir 13 metros de longitud. El calamar colosal puede alcanzar los 14 metros, siendo el invertebrado más grande conocido.  

Un residente de las profundidades, llamado calamar vampiro (Vampyroteuthis infernalis, “calamar vampiro del infierno”), no es técnicamente ni un calamar ni un pulpo, pero tiene características de ambos. Debe su nombre a sus filamentos sensoriales retráctiles únicos. Puede curvar su membrana y brazos sobre el resto de su cuerpo, como un guante. Este cambio en su apariencia puede ayudarlo a evitar que lo ataquen los depredadores. Está recubierto enteramente de órganos productores de luz, llamados fotóforos, que podrían ayudar a confundir a sus potenciales depredadores (es capaz de producir flashes de luz).

Calamar vampiro


Notas:

1. La cuarta clase de cefalópodos (junto con pulpos, sepias, y calamares), son los nautilos. Considerados como fósiles vivientes (han sobrevivido sin apenas cambios durante millones de años), tienen normalmente más tentáculos que los otros cefalópodos, llegando en algunas especies a tener noventa. Su concha es uno de los mejores ejemplos de espiral logarítmica que se da en la naturaleza (el romanescu, esa especie de “brécol-coliflor extraterrestre”, crece también en una espiral logarítmica).

2. El Nautilus (uno de los dos géneros de nautilo, siendo el otro el allonautilus) era el nombre del submarino de Veinte mil leguas de viaje submarino, de Julio Verne, atacado por calamares gigantes (o pulpos, ya que en el libro, o al menos en la traducción, habla indistintamente de ambos, como si fuesen sinónimos, aunque afirma que los monstruos atacantes tienen ocho brazos).

3. Fueron probablemente los calamares y pulpos gigantes, los que dieron lugar a la leyenda del kraken.

4. El color sepia debe su nombre al derivado del pigmento de la tinta de la sepia común.

Metasepia pfefferi
5. La metasepia pfefferi es una sepia venenosa, siendo tan tóxica como el pulpo de anillos azules.

6. El ámbar gris proviene de los intestinos del cachalote (es una secreción biliar). Se piensa que se produce para facilitar el tránsito de objetos duros que no se hayan podido digerir, como los picos de calamares gigantes que hayan ingerido.

7. Los ammonites son una subclase de cefalópodos extintos. Abundantes en el Mesozoico, llegaron a alcanzar tamaños similares a ruedas de camión. En el Jurásico fueron el grupo más abundante en los mares.







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